sábado, agosto 25, 2012

Entrevista completa para la revista La Noche







“Las moscas habitan el cielo de la descomposición”

“Encontraron cielo” es el nombre de la última muestra del artista visual y taxidermista, quien explica que su espacio aéreo nada tiene que ver con los pasaportes ni con los dominios de Dios.

Por Tito Muñoz

Acabo de salir fresquito del baño turco y me encuentro con Antonio Becerro en las inmediaciones del Servicio Electoral. Algo había escuchado de su candidatura a concejal, pero nunca imaginé que se lo hubiera tomado tan a pecho. “Inscribiéndose el último día”, le digo cazurro, para romper el hielo.
“No, nada de eso. Había un taco de la puta madre por culpa de este colchón de idiotas vociferando con megáfonos y tirando chayas y optamos por bajarnos del taxi con mi amigo Maripil. ¿Se conocen?”, pregunta Becerro.
“Sí, Joel Maripil, el músico y poeta lafkenche, el creador de la Orquesta de Niños Mapuche de Tirúa”, respondo rápido y certero, mientras los miro a los ojos y les extiendo la mano. 
“¿Y en qué andan por estos lados?”, consulto.
“Conversando de todo. Tú sabes que no descansaré hasta ver esa orquesta infantil en la Perrera”, dice Becerro, que es director del Centro Experimental Perrera Arte.

“Sería bonito”, apunta Maripil. “Ahora hay música bélica en los laureles de nuestros campos de kodkëlla rayen”, agrega, refiriéndose al copihue. “Nos están disparando en nuestros territorios. Es una situación de guerra prolongada, que llega hasta los bosques de piñones”, completa.

“¿Cómo se dice laurel en mapudungun?”, pregunto.
“Triwe”, me contesta Maripil.
“Bueno, por lo menos en las comunidades nadie se duerme en los triwe”, trato de aportar con un humor que cae torpe en el vacío.
“Pero acá la cosa no es mejor”, interrumpe Becerro, salvando la situación. “Mira, de nuevo estamos en la mierda de las elecciones. ¿A qué bestia seguirán ahora? ¿A qué gusano adoraremos? ¿Qué  larva se ensañará con el  pedazo de carne descompuesto?”.
Comprendo que soy yo el que viene saliendo renovado de los Baños Miraflores y trato de relajar el diálogo. “Pero, Becerro, esto no es nuevo. Incluso me habían soplado que hasta tú ibas de candidato a concejal esta vez”.
-No, las organizaciones sociales de la comuna me lo estaban pidiendo con mucho cariño, pero no tengo tiempo, salud ni paciencia.


-¿Pero sigues con tus trabajos artísticos, no?
-Sí, por supuesto, eso me mantiene en pie. Ahora estoy exponiendo en un espacio patrimonial en la Universidad de Santiago. Es una jauría aérea en el llamado Patio de los Perros. La muestra se titula “Encontraron cielo”.
“Encontraron cielo”, repito con una sonora carcajada y por fin les logro sacar una leve sonrisa a mis interlocutores.

-Había visto unos afiches en Lastarria, pero eran unas moscas. 
-Claro, es lo mismo. Las moscas encuentran el cielo en el cadáver, incluso las moscas azules son un ejército colonizador que vuela a los cuerpos moribundos. Las moscas habitan el cielo de la descomposición. En ese sentido, la muestra es un llamado al colectivo a juntarse en el cielo, pero también alude al uso de las mocas en la taxidermia, como organismos de limpieza de la carne putrefacta.

-¿Cuál es el cielo de Becerro?
-El cielo es un asunto personal. Yo transito poco por el cielo aéreo que requiere pasaporte, tampoco por el cielo que tiene como dueño a Dios. Mi cielo es irrenunciable, porque está en la imaginación. Encontrar una idea y llevarla a cabo, por ejemplo. Es un orgasmo, una droga. El amor podría ser lo más cercano al cielo.
El imbécil del megáfono intenta acercarse a nosotros con unos panfletos y entiendo que hay que terminar rápido la conversación. “‘Encontraron cielo’, pero qué buen nombre, Becerro”, disparo simpático y, en el acto, empiezo a despedirme de los dos.



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