Entrevista completa para la revista La Noche
“Las moscas habitan el cielo de la descomposición”
“Encontraron cielo” es el
nombre de la última muestra del artista visual y taxidermista, quien explica
que su espacio aéreo nada tiene que ver con los pasaportes ni con los dominios
de Dios.
Por Tito Muñoz
Acabo de salir fresquito del
baño turco y me encuentro con Antonio Becerro en las inmediaciones del Servicio
Electoral. Algo había escuchado de su candidatura a concejal, pero nunca
imaginé que se lo hubiera tomado tan a pecho. “Inscribiéndose el último día”,
le digo cazurro, para romper el hielo.
“No, nada de eso. Había un
taco de la puta madre por culpa de este colchón de idiotas vociferando con
megáfonos y tirando chayas y optamos por bajarnos del taxi con mi amigo
Maripil. ¿Se conocen?”, pregunta Becerro.
“Sí, Joel Maripil, el músico y
poeta lafkenche, el creador de la
Orquesta de Niños Mapuche de Tirúa”, respondo rápido y
certero, mientras los miro a los ojos y les extiendo la mano.
“¿Y en qué andan por estos lados?”, consulto.
“¿Y en qué andan por estos lados?”, consulto.
“Conversando
de todo. Tú sabes que no descansaré hasta ver esa orquesta infantil en la Perrera ”, dice Becerro, que
es director del Centro Experimental Perrera Arte.
“Sería
bonito”, apunta Maripil. “Ahora hay música bélica en los laureles de nuestros campos
de kodkëlla rayen”, agrega, refiriéndose al copihue. “Nos están disparando en nuestros
territorios. Es una situación de guerra prolongada, que llega hasta los bosques
de piñones”, completa.
“¿Cómo se dice laurel en mapudungun?”, pregunto.
“Triwe”,
me contesta Maripil.
“Bueno,
por lo menos en las comunidades nadie se duerme en los triwe”, trato de aportar
con un humor que cae torpe en el vacío.
“Pero
acá la cosa no es mejor”, interrumpe Becerro, salvando la situación. “Mira, de
nuevo estamos en la mierda de las elecciones. ¿A qué bestia seguirán ahora? ¿A qué
gusano adoraremos? ¿Qué larva se
ensañará con el pedazo de carne
descompuesto?”.
Comprendo
que soy yo el que viene saliendo renovado de los Baños Miraflores y trato de relajar
el diálogo. “Pero, Becerro, esto no es nuevo. Incluso me habían soplado que
hasta tú ibas de candidato a concejal esta vez”.
-No,
las organizaciones sociales de la comuna me lo estaban pidiendo con mucho
cariño, pero no tengo tiempo, salud ni paciencia.
-¿Pero sigues con tus trabajos
artísticos, no?
-Sí,
por supuesto, eso me mantiene en pie. Ahora estoy exponiendo en un espacio
patrimonial en la
Universidad de Santiago. Es una jauría aérea en el llamado
Patio de los Perros. La muestra se titula “Encontraron cielo”.
“Encontraron
cielo”, repito con una sonora carcajada y por fin les logro sacar una leve
sonrisa a mis interlocutores.
-Había visto unos afiches en Lastarria,
pero eran unas moscas.
-Claro, es lo mismo. Las
moscas encuentran el cielo en el cadáver, incluso las moscas azules son un ejército
colonizador que vuela a los cuerpos moribundos. Las moscas habitan el cielo de
la descomposición. En ese sentido, la muestra es un llamado al colectivo a juntarse
en el cielo, pero también alude al uso de las mocas en la taxidermia, como organismos
de limpieza de la carne putrefacta.
-¿Cuál es el cielo de Becerro?
-El cielo es un asunto
personal. Yo transito poco por el cielo aéreo que requiere pasaporte, tampoco por
el cielo que tiene como dueño a Dios. Mi cielo es irrenunciable, porque está en
la imaginación. Encontrar una idea y llevarla a cabo, por ejemplo. Es un
orgasmo, una droga. El amor podría ser lo más cercano al cielo.
El imbécil del megáfono intenta
acercarse a nosotros con unos panfletos y entiendo que hay que terminar rápido
la conversación. “‘Encontraron cielo’, pero qué buen nombre, Becerro”, disparo
simpático y, en el acto, empiezo a despedirme de los dos.
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