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jueves, enero 06, 2011

TEXTO PARA EL DIARIO EL CIUDADANO - NOVIEMBRE 2010




Simular el orgasmo (segunda parte)


¿Cómo los reconoceremos, Señor?, preguntaron los discípulos.

-Por sus actos los conoceréis.

-¿Pero cómo, Señor?

-No os dejéis engañar, las bestias más letales y las víboras más venenosas están entre nosotros.

-¿Tanto así?

-Incluso usan nuestra investidura. Se hacen llamar democristianos, socialprogresistas y ejercen como supercuradores de la exclusión a punta de machetazo. Son gestores y teóricos sin ideas propias que se cuelgan de los párpados para hacer reír y llorar a la audiencia, son libreros hipócritas que llegan en barcos y engañan a nuestra iglesia con trucos baratos. Son falsos profetas.

-¡Mi Señor!

-Tienen apellidos de viñas; las calles y las grandes avenidas registran sus nombres. Son la tercera generación de trepadores. Llegaron del viejo continente y se apropiaron de nuestras tiendas, colegios y hospitales. Incluso de los suelos, las aguas y los cielos. Vosotros debéis estar alertas frente a estas rameras-, les dijo el Señor.

Entonces, los discípulos salieron a predicar la Palabra por todos los rincones. Dieron testimonio, fundamentaron su fe, conformaron alianzas prósperas, edificaron templos del saber, escribieron pergaminos y sembraron sus semillas. Se procrearon como Dios manda. Hicieron milagros con las manos y sus sombras eran santas. Hasta que se mezclaron entre ellos y cayeron en concupiscencia. Tentados por la codicia, la vanidad y la cobardía, comenzaron a traicionarse; confundieron sus lenguas y besaron al enemigo hasta dilatarse.

¡Ya, córtala!

En el contexto de crisis del arte actual -en tanto flacidez de los conceptos, descrédito de los espacios, despotismo del Estado, mercantilización de las obras y distancia del público-, convengamos que, más allá de la culpa tutelar del proyecto oligárquico y sus crímenes fundacionales, buena parte de la responsabilidad de la caída es atribuible a los operadores que validaron, se apropiaron y profundizaron el campo ideológico de simulación. Aquellos hijos de nadie que compraron barato a los postmodernos y estuvieron largo rato ahí haciéndose la América, tirándose las wueas, como se dice.

Por su sistema de pupilaje en universidades Marmicoc, de cocido rápido, una parte no menor de las nuevas generaciones de artistas cayeron, y no han podido salir, de su retórica, de sus concursos de belleza y sus catálogos caprichosos. Muchos creadores parecen parodiar todavía el ritual genuflexo de validación en el encamisado del arte. Para estos campeones no importa la obra ni el modo de acción, sino el pequeño combate de individuos o grupos, la lucha provinciana de los artesanos políticamente correctos.

La mayoría de los catálogos o libros-memoria en el último tiempo han escrito su historia a partir de esa endogamia fatal. Por ejemplo, las imprecisiones que contiene el libro “Copiar el edén” son imperdonables en cuanto intenta constituirse en una mirada abarcadora que sólo traduce una lectura miope que relega la tarea del historiador al mal desposte del cadáver exquisito. La historia y la teoría no son ejercicios ajenos al fenómeno creativo y a sus distintas inscripciones comunicantes.

Se retiran escombros

La academia express ha privilegiado la herencia formada y malparida en la copia referida al arte extranjero de buena parte de los años 60 y 70, aquella generación palimpsesto que jerarquizó su participación visual y conceptual en el raspaje silencioso del Chile dictatorial. No hubo batalla ni enfrentamiento, aprovecharon el vacío y apenas dispararon desde sitios seguros. Hablaban del “medio litro de leche” mientras el Lautaro, como hecho artístico, repartía zapatos, libros, música y hasta condones en las poblaciones. Con cierta presencia y prestancia caritativa ligada al arte y política les bastó para justificar sus afanes de asistente social pequeño burgueses. A otro perro con ese hueso.

Estos artistas se coronaron con la muestra colectiva y lanzamiento de la tercera parte del catálogo “Chile, 100 años de artes visuales”, que terminó con el éxodo de sus más fidedignos representantes. La ausencia de estos creadores guateó la muestra del Bellas Artes y destapó el comidillo. Habían pasado unos lustros de sus grandes epopeyas, algunos se habían transformado en poetas oficiales de la transición y ni siquiera tenían vergüenza de mirar sus propias moscas en el espejo.

Las faltas ortográficas de esas ediciones son altamente corrosivas e intencionales. La idea era echarle tierra, no reconocer la influencia de las letras poéticas en la obras visuales. Chile es ante nada una geografía poética e, incluso, el consumado panteón universal de la pintura surrealista de Roberto Matta es gesto y concepto poético. Esa lógica también descartaba a Pablo de Rokha, Violeta Parra, Rodrigo Lira, diversos fotógrafos, el Divino Anticristo o al cineasta Raúl Ruiz, quien usa la pintura y la poesía en sus filmes como un acto creativo, más que como cita o recurso explicativo.

Los artistas “políticos” de los 70-80 y sus defensores carecieron de programa y estrategia, y no es casual que hayan terminado pactando con los fácticos y sus museos. Hermosa vida de salón mientras la televisión realizaba el trabajo sucio, sus actrices manejaban los ministerios y la pasta base -que de eso se trata en el fondo- hacía el resto.

Los hombres maravillosos están todos bien en el refugio

Pero no hablemos más de los derrotados ahora que El Ciudadano me ha pedido una somera lectura actual de las artes visuales. En estas dos entregas he sostenido que, más allá de los cuentos del peonaje ilustrados, hay vida en los talleres, en los colectivos autónomos y en los bares, donde los creadores continúan haciéndose cargo de los grandes vientos, de las aguas profundas, del terror de los pirquenes, de las memorias e identidades subterráneas.

Los artistas siguen pintando, creando y exponiendo en sitios como el Vox Populi, un lugar en constante renovación que hasta el final fue refugio de Francisco Copello; el Phono Box, el RestoArt Uva de Plaza Ñuñoa o tantos otros sitios de Santiago y regiones, donde el arte se renueva auténtico por porfía o asociatividad de los artistas, sin venias oficiales ni torpes auras; donde se escribe la otra historia, la de los que tienen tierra en el hocico y eyaculan afuera. En la espalda talvez.



Por Antonio Becerro

Artista visual y taxidermista


martes, enero 04, 2011

TEXTO PARA EL DIARIO EL CIUDADANO SEPTIEMBRE 2010




Simular el orgasmo (primera parte)

Dar vuelta la página o inscribirse en la historia

Hay mucha gente que, cuando recibe una postal de invitación para la inauguración de alguna muestra en una galería o museo, le da la misma importancia que un parte de matrimonio. Se preparan para ello, como si se tratase de algo muy especial. Un canapé, un pisco sour, una foto, otro canapé. Mira quien está ahí. Mírame, mírame, mírame. Va pasar por aquí. Ah, no me saludó.

Más o menos, siempre es así. La competencia de salón, la vanidad desmedida de los personajes y las obras del folclor contemporáneo decorando las paredes. Todos se retuercen por saludar al director o al esquivo curador que dispensa el Derecho de Pernada, el ius primae noctis, que es el privilegio que tenían los señores feudales para yacer con las mujeres de sus siervos antes que esos pobres hombres tuvieran su merecida noche de bodas.

¿Quiénes son? ¿Por qué se juntan? ¿Qué buscan? Tal vez algunos intentan vivir como artistas y quedar inscritos en la historia como titulares (tutelares), otros se conforman con la banca y buena parte se regocija únicamente con el tintito de honor.

Mientras la sobrecarga de realidad nos asalta día a día como un pedazo de carne que se descompone junto al cilantro en la vitrina, los artistas parecen parodiar con su monólogo en los salones coloniales. Sólo falta el brasero, el peso de la noche y la vihuela, ese instrumento que luego seduciría tanto a Diego Portales, el comerciante, el estanquero, el fundador de la República.

Así marchan todavía las cosas en la capitanía general, que es el verdadero rango de este territorio bicentenario forjado en el ideal ilustrado, en la razón aplanadora que precipitó un Estado para la mejor función de los negocios criollos y foráneos.

Al igual que las identidades más espesas de la nación y los agregados humanos que fueron subsumidos en los emblemas -mapuches incluidos-, la escena del arte no escapa al devenir escuálido de este Estado, quizás por la insularidad del mismo y su encierro imaginario, que Raúl Ruiz lo tipifica simplemente como “corrosivo” y “suicida”.

En 200 años de artes visuales, no es mucho lo que hay que contar: las estampas tenebristas que traían los sacerdotes para poner de rodillas a los huérfanos de Dios; los pintores viajeros y los primeros retratos de las familias bien, los lienzos de gran tamaño para cantarle a la naturaleza o a las proezas de los guerreros patriotas; algo de academia francesa y española de segunda mano en el centenario; diversos arrebatos modernistas y hasta revolucionarios en el siglo XX y el Golpe de Estado, verdadera obra de arte donde todos las manifestaciones humanas se ordenaron en torneo a su eje matriz, la violencia. La fuerza unánime, amoral, de los nuevos estanqueros.

Lo que viene es más conocido y, por suerte, casi todos los protagonistas están vivos, vueltas de chaqueta y traiciones mediante, para hacer sus propios descargos. Mientras unos escogen las lucas o la caricia servil, otros intentan por enésima vez reescribir la historia, poniéndose al frente, como si fueran los vencedores. Torpe recursiva ilustrada, porque ya no hay misterios ni lecturas de primera mano en Europa. Se acabó la chuchería encantadora, la copia feliz del edén, pues todo salta a la vista en la plataforma de internet.


La Familia se reúne en la angustia

Es legítimo que la parte más sensible, menos brutal, de la oligarquía se quiera inscribir en la historia como una clase culta. Pero aún así, con todo a su favor, no lo han conseguido. A pesar de sus recursos, de sus leyes, de sus grados, de sus redes, de sus universidades de cartón, el esfuerzo ha sido en vano. Y ese fracaso caprichoso se debe única y exclusivamente a su apuesta retardataria. A Violeta Parra la clasificaron prontamente de cantora, de folclorista campesina, cuando era todo lo contrario: vanguardia absoluta.

Lejos de La Familia y en la otra cara de la moneda están todos los que han gastado tiempo y recursos en un arte más comunicante. Los independientes que con tozudez y contra todo presupuesto crean sus obras, los realizadores autodidactas o instruidos que no besan la plusvalía y enfrentan la decadencia de la academia y sus derivados monopólicos.

Bien o mal hecho, el arte es antes que nada es un ejercicio de liberación. Por lo tanto, es para vivirlo, odiarlo o gozarlo. Luego, si alguien quiere, se puede entrar en sus convicciones y/o convenciones.

No hay órdenes de partido, comisarios, ni entelequias castradoras. La poesía es anterior a la idea y brota en los lugares menos pensados, como en las ilustraciones e historietas que se instalaron en la cultura visual del imaginario colectivo y que van desde la picardía popular de Condorito, Pepe Antártico, Barrabases, Verdejo (el roto chileno) y Mampato, hasta los cómics del Trauko.

Más inabarcable todavía es la escena callejera, que muestra una línea de continuidad que va desde los monumentales trabajos muralistas políticos de la Brigada Ramona Parra hasta la porfiada resistencia de la Chacón y sus papelógrafos, que hoy día deben compartir los intersticios de la ciudad que pulsa la poesía visual cada día más acabadas del graffiti y su contrapunto, el stencil.

Lejos de la validación comercial, burocrática y académica, también están los artistas actuales o contemporáneos que utilizan lo que esté a su alcance como ejercicio de obra y que habitualmente ocupan espacios el Centro Experimental Perrera Arte, Centro Arte Alameda, Galería Palomita Blanca, Espacio G en Valparaíso, Modulo de Experimentación A-K 35 en el Persa Balmaceda, Perro Negro, Caja Negra y el Museo de Arte Moderno de Chiloé, entre muchos lugares fieles a sus principios. Ahí se está generando debate y reflexión, al igual que en las experiencias más nómades, como las galerías callejeras y modulares que transitan por los sitios públicos.

Pero tal vez lo más potente es la emergencia de múltiples colectivos que despliegan su trabajo con o sin territorio, repartiéndose en la acción en los lugares más insospechados. Acción Sudaca, Colectivo Lepidóptero, Huachistáculo Show-Fest de Concepción, Kiltraza de Rodrigo Adaos, Intervención HOAX: practicas culturales para suprimir al sujeto de Papas Fritas, la Bienal Internacional de Performance Deformes y Pintacanes, son emprendimientos que, saltándose la venia curatorial, el Derecho de Pernada que mencionaba al principio, renuevan el capital simbólico de Chile.

Por Antonio Becerro

Artista visual y removedor cultural