viernes, junio 30, 2006

Bastardos


Huachos y Ciegos


(*) Texto del catálogo Bastardos (Arcos, marzo de 2006)

Queridos colegas y amigos

Tenía que escribir un texto explicativo o teórico para el catálogo de la exposición colectiva de artes visuales “Bastardos”, en el cual yo participaría en marzo de 2006, pero -en medio de los problemas con el trabajo, la metáfora, las mujeres y la noche- anduve distraído por la fiesta que tenían las moléculas en mi cuerpo. Mi humanidad entera vibraba. Una por una y todas juntas, mis células bailaban sin cesar. Las jornadas festivas eran diurnas y nocturnas, la danza del ser era fisiológica y emocional. Incluso, cuando caminaba por la calle, a veces debía parar un momento porque sentía el segundo preciso en que mi hueso crecía y el cuero de la cara se estiraba al ritmo del carnaval orgánico. Y como el arte es la contemplación estética del alma y el alma esta compuesta por moléculas, creo que no estaba tan perdido, sólo un poco poseído. Por lo mismo, como instrumento inconsciente de la academia de los estímulos, me permito relatarles estos desplazamientos a las bellas artes.

En mi calidad de artista, yo diría que no hay que gastar mucho afán en desmarcarse de la oficialidad y del control de los señores finmombrones de las artes actuales y sus colegiados pupilos. “Bastardos” es un nombre garabateado peyorativamente e instalado por el mismo truco. Llámese éste Arte Cruel, Arte Extremo, Arte Alternativo, Arte Andergraun, Arte Periférico o Arte Bastardo, se trata nada más que de otra variante de la migración del arte formal e institucional.

Puesto que no somos una agrupación constituida en la legalidad y el reconocimiento del bastardaje oficial, no nos conviene ponernos ese tipo de apodos, ya que podríamos caer en la descomposición de estas mismas oficinas, nomínese Cosa Nostra, Camorra Napolitana, Milagro de Fátima, Próstibulo, CNI, DINA, ANI, Gestapo, Iglesia o Capilla de Barrio, Unión Demócrata Independiente, Concertación, Etnia de Internet, Reality Show, Escuela de Avanzada, Arte Conceptual Institucional, Arte de Shock, Arte Consagrado, la Crem de la Crem, etc, etc.

Claro está que perdimos espacio y casi la guerra. Y claro está también que en nuestra instancia creativa no hay asiento alguno que tomar. Se trata, entre otras cosas, de abrir el forro del conocimiento en velocidad, con oficio, soledad, locura y estómago. En otras palabras, sálvate con lo que tengai.

En tanto, los que escogieron el camino de la familia histérica sí tienen un asiento reservado para personas con velocidad reducida, butaca que los obliga a interpretar desde lejos la seudo fenomenología creativa. Puede que estos cabríos sean oficialistas y que uno que otro se inscriba con virtuosismo binominal en la famélica historia del arte de Chile -que dicho sea de paso, también es intervenida, documentada y escrita por ellos mismos-, pero eso es cuento aparte, cuento y estómago aparte.

Por lo mismo y en el marco del llamado a mis “queridos colegas y amigos”, los invito a vender vibraciones con incentivo de calidad y dosis de brillo. Después de todo, la condición de artista no asalariado, sin retribución abyecta, no es un trauma tan colorado en este paisaje inmundo.

Mi interrogante sincera es ¿qué tan bastardos (huachos) somos?, ¿qué tan extremos, qué tan afuera estamos? Mi respuesta preliminar es que sólo somos la chispa del choque entre lo ofensivo y lo inofensivo de un retorno real, que apenas funciona en la neurona espejo.

Con respecto a las dimensiones de mi obra y lo que voy a mostrar en “Bastardos”, no lo tengo claro todavía, pero algo haré. Ya fui a ver el espacio que se me asigna y está tentador. De todos modos, les mando un retrato para el catálogo que me tomó Juanín, un alumno mío en escultura. Él es ciego, huérfano de la visión. Miembro del primer Colectivo de Artistas no Visuales de Chile. Pero más allá de la discapacidad del autor, la foto es güena. Si ustedes se fijan bien, el plano, el encuadre al claroscuro y, sobre todo, el registro del momento delatan exactitud y no hay ninguna fuga de la imagen capturada. Es decir, la foto atrapa la realidad visual de la apariencia sin escape del fenómeno del tiempo y del movimiento, del minuto y tres segundos que demora el planeta Tierra en girar sobre su eje. Como si fuera poco, el registro de Juanín no desata ningún gesto, ni agrega temporalidad extra a la emoción que tienen mis moléculas en ese mismísimo momento. Fíjense en la cara, queridos colegas y amigos: no es una pose enmarcada, sólo es el instante atrapado por el clic de la cámara de un no-vidente registrando un carnaval orgánico. Miren bien y confíen en que tampoco les quiero vender el viejo refrán que reza “en el país de los ciegos, el tuerto es rey”.

Saludos fraternos

Antonio Becerro
Artista visual y taxidermista
Enero de 2006 (*)

Fotografia: Juanin, Alumno no vidente



La Suspensión es Perfecta

(porque no se diluye)




(*) Texto-postal de renuncia a la exposición Bastardos.

A la opinión pública

El texto que aquí expongo tiene como objetivo mantener mi incorruptibilidad como artista y conservar la dignidad de mi obra. Trataré de explicar el motivo de la suspensión de la instalación que presentaría en la exposición colectiva “Bastardos”, reservándome como secreto póstumo, eso sí, las características de la misma, los objetos y materiales utilizados, el manejo de la luz y la instancia de ordenación del dispositivo que deseaba mostrar.

Como todos mis colegas saben, el curador de la muestra “Bastardos” citó con la debida anterioridad a una reunión para que cada uno de los artistas convocados escogiera su lugar de exposición. La idea al parecer era ocupar todo el edificio, de modo que hubiera circulación de público por todo el instituto Arcos. Después que todos hicieron su elección y viendo que nadie quiso ni reservó el tercer patio de luz, yo decidí ocuparlo en su totalidad, recibiendo la correspondiente venia de la organización.

En función de ese espacio, trabajé durante dos meses para la producción de mi instalación, titulada “La mano de luz” -realizando incluso contactos con algunos auspiciadores que me han respaldado en anteriores oportunidades-, pero, a pocos días de la inauguración, cuando concurrí al Arcos para chequear algunos detalles, me encontré con la desagradable sorpresa de que otro artista, que en principio escogió otro lugar, había decidido ampliar su trabajo hasta el patio que me asignaron los organizadores, cuestión que consideré, considero y consideraré un grave atropello al sentido de amor de las obras. En vista de esto y teniendo en cuenta que se violentó un acuerdo angular, cual es el espacio asignado a cada creador, he decidido suspender mi instalación por considerar que no existen las garantías mínimas de respeto.

La experiencia obtenida a lo largo de 16 años como encargado de la desaparecida galería Bucci y, luego, como director del Centro Experimental Perrera Arte me ha reforzado la convicción del rigor que deben tener los curadores en cuestiones como el ámbito de lectura de las obras, tratándose de un aspecto tan sensible y consustancial a las artes visuales.

Aspirando a obrar con justicia y por la gratitud que siento por los admiradores que me han favorecido con su atención en las artes visuales, he decidido plantear en forma efectiva y no sólo imaginaria el concepto de la suspensión, que a mi modo de ver es la forma radical y exacta de no diluirse (ver a un costado del Arcos, en la esquina de Santo Domingo con San Antonio, “La suspensión de Becerro”).

Antonio Becerro

Artista visual y taxidermista
Marzo de 2006

Fotografía: Andrés Gachón

Santos Urbanos

Santos Urbanos


La matanza de perros ocurrida en La Moneda en la madrugada del fatídico 11 de marzo, en la que una treintena de canes, debidamente identificados, fueron capturados, aniquilados y hechos desaparecer tuvo elevadas razones estéticas. Ese día, en la tarde, debía llevarse a efecto la puesta en escena del cambio de mando, del ingreso a la casa de gobierno y los diseñadores del montaje requerían la pulcritud de una imagen minimalista: una dama de blanco, un grupo de niños con la banda presidencial al pecho, bellos y amplios jardines colgantes y, de fondo, el palacio.

Como en un cuento de hadas, todo salió perfecto. La música, las palmas, los efectos especiales. Hasta que, como en los primeros días de la dictadura, empezaron a llegar las noticias inquietante, perturbadoras: Pituto, Pintita, Mario, Shakira, Isabelino y Matón, entre otros, habían desaparecido para asegurar las tomas limpias, higienizadas; mientras que Rucio y varios más lograron sortear la encerrona con la ayuda, vaya paradoja, de la propia policía.

¿Cuál es el límite de la belleza? ¿Cuál es el costo de la fantasía? Esa es la pregunta que deberán contestar los teóricos de la escena, los encumbrados directores teatrales que, Fondares mediantes, están dispuestos a ensangrentar su currículo por unos tragos largos en la comparsa del poder. Allá ellos, la historia los juzgará.

Yo por mi parte me remitiré a contestar como siempre lo he hecho, desde la calle, con la ética y estética de los anónimos, de los borrados, pues finalmente la mancha ya tiene ganado un lugar en la historia del arte, una historia que sabe de persecuciones y sacrificios, de purgas y limpiezas.

“Santos urbanos” es el nombre de la obra que he presentado en los últimos días a la ciudad. Son animitas de latón que contienen una foto de cada kiltro que desapareció. Iluminados por velas, estos pequeños altares llevan también escrito en stencil la memorable frase “en este sitio cayó”, para dar cuenta del territorio de fuga del alma en pena. Se trata de accionar pequeñas intervenciones urbanas en distintos puntos del centro de Santiago, como la Plaza de Armas, la Catedral, La Moneda, la Plaza de la Constitución, entre otros emplazamientos. Con este breve gesto no pretendo otra cosa que rendir un merecido tributo a quienes formaron parte del paisaje y fueron exterminados en tétricas circunstancias paritarias.

El Estado nuevamente está contra los más débiles y la barbarie se desata sobre los sin voz. Claro, el paisaje es inmundo y no agoniza precisamente por la beatitud de los perros, sino por la desafortunada noción del homo sapiens.

Antonio Becerro

Marzo 2006