sábado, marzo 24, 2007

Chile se afeita con los ojos cerrados



Raúl Ruiz

“Chile se afeita con los ojos cerrados”

Antonio Becerro

Fotos: Andrés Gachón

Raúl Ruiz siempre llega en viajes relámpagos que tienen al menos tres objetivos: ver a su santa madre, conversar y beber con sus amigos -“no vaya a ser cosa que piensen que estoy muy famoso”, advierte-, y rodar películas baratas con los recursos que recorta de sus grandes producciones en Europa.

El artista mayor del cine chileno se bate a la perfección con las técnicas digitales, pero confiesa que goza filmando a la antigua, con tambores de película.

Esta conversa comenzó hace un año, en el ya desaparecido café Lancelot, en plena Providencia, rodeados de micros amarillas; luego ha seguido en El Parrón, y, entre viaje y viaje del maestro, se ha ido complementando en encuentros furtivos, diálogos telefónicos entre Santiago y París, y no pocas conexiones telepáticas a propósito de la revisión de cintas y textos con los alumnos de La Perrera.

-Así que sigues disfrutando con el celuloide.

-Lo que pasa es que la materia es distinta al digital. Es como el paso del fresco al óleo.

-La textura y el campo de profundidad son distintos.

-Exacto. La fabricación misma te lleva a rituales diferentes y hoy sabemos que los rituales, no sólo en el arte o la ciencia, sino en toda la vida, son más importantes de lo que la gente creía. Nuestra generación los rechazó porque se negaban todas las formas convencionales. Pero ahora sabemos que, si un caballero saca a pasear un perro todos los días a las 6 de la tarde y por alguna razón se le muere o le prohíben sacar su mascota, en ese minuto se destruye todo un ecosistema. Si se perturban los rituales cotidianos, como almorzar, comer, abrir la ventana o fumarse un cigarrillo, se altera todo. Y el cine está lleno de rituales, es casi como ir a misa todos los días.

-Te refieres desde producción hasta…

-... Todo. Desde que empezó a funcionar la maquinita, la cámara, todo es ritual y no nos dimos ni cuenta. Hay toda una teatralidad. Hay que tener luz, cámara, acción, corten, toma 4, toma 5, comentarios. Todo eso tiene más importancia de lo que se creía. Lo que tienen algunas películas que a mí me gustan es que es el sistema completo funciona. Se crea una especie de organismo vivo. Por eso una de las últimas frases que repito mucho es que “tú tienes que ver una película tanto como ella te ve a ti”. Mira a (Roberto) Rossellini. Si empiezas a analizar, todo es malo, menos la película. Los actores actúan mal, pero de una cierta manera que se integran al todo. Si actuaran bien, se separarían.

-Eso me pasó con “Días de campo”. Como todos los actores de televisión, Francisco Reyes pareciera que tiene una receta. Ellos son siempre lo mismo, en todas sus teleseries es igual, como si estuvieran en una fiesta de disfraces. Sólo se cambian de nombre y vestuario. A diferencia de otros actores, como el que hacía al personaje que estaba desaparecido…

-Rubio (el cineasta Ignacio Agüero).

-Ése. Él es totalmente convincente.

-Sin tratar de reducir el tema a fórmulas, una de las primeras cosas que aprendí en cine es que, si usas a un no actor, debes rodearlo con actores. Y, en la medida que los actores son generosos y no lo aportillan, comienzan a hacer actuar al no actor. Entonces, cuando el no actor se mete en confianza, actúa mejor que los actores.

-Andrés Pérez decía lo mismo.

-Andrés hizo una excepción al trabajar en muchas películas mías. Acá se pasó una, pero nadie se dio cuenta. Es la única en que él actúa como personaje. Él decía “no entiendo nada, pero igual tengo ganas de llorar”. Una buena manera de decir quizás que las emociones están desplazadas. O sea, si alguien se muere, por ejemplo, la emoción no está ahí y viene como dos horas tarde. Según la versión freudiana, las condensaciones, como conclusión química, se producen lejos del lugar donde debieran producirse porque crean una especie de efecto, llamémoslo orgánico.

-Disculpa que salpique un poco. ¿Cómo ves el cine gringo? Esa es la industria dominante por estos lados.

-Puede ser bueno, tal como se fabrica un auto, una computadora. La parte artística está confinada al design, al estilo. Es una variante de la fabricación de las modas, la variante de la publicidad. Curiosamente, igual resultan cuestiones interesantes. Te puedo poner de ejemplo a un conocido, (Steven) Spielberg. Él controla todo. Es cierto que tiene un gusto de devorador de hamburguesas, pero la imagen de alta velocidad o de un tren en llamas que pasa te hacen olvidar un poco la terrible actuación.

-Uno de tus próximos proyectos será rodar la vida de Violeta Parra. ¿En qué formato filmarás?

-En el formato chileno: digital, sin plata y con los precios de acá. Estará basada en un libro. Seré lo más púdico posible. Es un certamen de honor. A alguien se le ocurrió por ahí que yo era el único que podía hacerlo porque trabajo con pocos recursos. También filmaré a Gabriela Mistral.

-A algunos de tus colegas chilenos les molesta precisamente que vengas a realizar cintas con tan poco dinero o subvencionadas con tus grandes producciones.

-Ninguno de mis colegas en Chile podría vivir como yo vivo.

-¿En qué sentido?

-Es decir, vivir sin empleada, sin auto, sin jardinero. Vivir como cualquiera.

-Nosotros sabemos la envergadura de Violeta Parra, pero ¿quién determina que su arte se remita a lo folclórico o a lo popular en un sentido peyorativo, de segunda categoría?

-Mira, Gabriela Mistral postula que el folclore es internacional y que un profesor debe aprender a contar cuentos, pues, de lo contrario, no sirve de nada.

- Se sabe que no es nada de fácil plasmar las biografías en el cine. En el caso de la Violeta hay mucho que contar y decir. Sobre su música, su obra plástica y su vida. Por ejemplo, estuvo en París al igual que otros creadores, para salvaguardar su obra de la indiferencia y el maltrato que se aplica en la cultura chilena a sus propios artistas. Allá para vivir trabajo en el planchado y el lavado de ropa y sé mostró como ella es. Y así consiguió grabar su música y exponer en el Luvre sus obras las arpilleras. Con todo esto me cuesta creer. ¿Quién interpretará a Violeta en tu película? Te advierto que una parte de los chilenos estamos cansados de los rostros de las telenovelas y la farándula.

-Falta para definir eso, porque la película se hará en la primavera de 2008, pero creo que de todas formas será un rostro no conocido. Con respecto a la farándula, te respondo que es un fenómeno mundial y que todos quisiéramos estar allí, en esa fiesta.

-A propósito de los temas de identidad, explícame ese concepto tuyo de la Chiletón, que me pareció muy divertido y profundo a la vez.

-La premisa es esta: la Chiletón acumula y la Chileteca más bien hace eventos. Chileteca es cualquier cosa de Chile. Por ejemplo, 743 poetas se reunieron ayer en la localidad Quilpué. Eso es una Chileteca. Pero que se reúnan y digan poemas durante tres días seguidos es una Chiletón. La Chiletón es el maratón de Chile. Esto viene de un artículo de la revista de la Facultad de Filología de la Universidad de Chile; me parece que fue escrito por un señor Sáez. El artículo era muy técnico, pero con las variantes de on y eca en la provincia de Santiago: Lomitón y todo eso. Aquí está lleno de Chiletón y Chileteca.

-Mirado desde la distancia, ¿hay alguna unidad estética en Chile?

-Hace diez años, te habría dicho que no, que Chile es un país sin cualidades. Así le pusimos en las conversaciones nocturnas de los años 60. Nosotros pensamos en Chile y en América Latina como un continente sin cualidades. Como la novela “El hombre sin cualidades”, de Robert Musil (Austria, 1880-1942). Pero no tener cualidades es, a la vez, estar disponibles, abiertos. Ese personaje tenía características, pero invertidas, era como un receptáculo. En ese sentido, Chile no era una manera de ser, sino un receptáculo de muchas maneras de ser, como todos los países con mucha migración. Chile tiene poca migración, pero mucha inmigración cultural. Se escucha de todo: hay chilenos que leen una novela de William Faulkner, una de Graham Greene, una japonesa, una hindú. Pero eso hace que estén en una especie de cultura de visitante, de gente que se alimenta en los cócteles de lanzamientos de libros.

-¿Provoca alguna nostalgia Chile?

-Nostalgia no es la palabra. Me siento medio perdido. Todos mis puntos de referencia han ido desapareciendo. Los últimos eran ciertos bares, como el del Hotel Carrera o el Derby. Muchos desaparecen y otros reaparecen, como El Parrón. Ya me había olvidado de El Parrón y de repente aparece ahí. Estoy hablando de mis ecosistemas, que son los bares y restoranes. A mí se me plantea un problema hasta cuando les cambian el uniforme a los carabineros.

-Este verano, el ecosistema entero de los santiaguinos se remeció con el Transantiago.

- yo no soy opinologo, pero creo hay que buscar a los culpables. Es un mega proyecto. Algo alcancé a ver, pero igual me quedo con los nuevos buses; los amarillos eran demasiado Fórmula Uno.

-Jean-Luc Courcoult los usó como escombros urbanos para el montaje de su Muñeca Gigante.

- La muñeca gigante volvió locos a todos, eso demuestra lo infantil que son y la falta de sueños que tienen los chilenos. ¿Te acuerdas de las micros anteriores, esas que tenían trompa y eran de colores? Andrés Pérez tenía una; me dijo que cuando chico le tocó viajar mucho en micros llenas, así que, apenas pudo, se compró una para él solo.

-¿Tienes algún interés en volver a Chile?

-Estoy volviendo, pero tampoco regresaré completamente. Es bueno estar abierto. Desde que se inventó el avión, el problema del exilio cambió de intensidad. Lo mismo ocurre con internet.

-Ah, ya te manejas por Internet.

-No. Pero Valeria (Sarmiento, su mujer) sí lo tiene: ya está dentro de la casa. Hace algunos años, habría sido causal de divorcio. Lo que sí sé es que los nuevos virus son uno de mis temas preferidos. Cuando envejeces, las enfermedades son la metáfora de todas las cosas. Yo he estado intentando reemplazar la noción de alma por la noción de enfermedad. La enfermedad mortal e inmortal. No sé si sabes que el tipo de películas que se hace en cine y televisión atrofia la vista.

-No, pero me lo imaginaba.

-Nosotros tenemos 30 y tantas funciones de la visión, pero dos básicas, la fóbica, la de los hechos que están pasando, que puede medirse por el movimiento de la pupila, y la contemplativa, llamémosla así, que es percibir el mundo como un cuadro. Hay cineastas, como (Michelangelo) Antonionni, donde predomina la visión contemplativa; en cambio, en el cine norteamericano miden el movimiento de la pupila y piensan que el tipo se está aburriendo o distrayendo si no se mueve. Bueno, el asunto es que estos músculos se están atrofiando. Ahora, en Francia y Estados Unidos, hay profesores de gimnasia de ojos, quienes practican los movimientos laterales de la vista.

-Me gustaría tomar un curso.

-Podría ayudarte.

-En el último tiempo, hiciste varias cosas en Chile: una obra teatral, un radioteatro, más películas, pero igual algunos quedamos con gusto a poco. Es como si Raúl Ruiz no existiera. Nadie lo cita o habla de su obra.

-Yo diría que los que deberían ser mis hijos, los hijos de mi generación, se fueron a esa mezcla de crítica abrupta, de farándula y política. Pero, de todas maneras, me parece que los nietos se parecen más a la gente de mi generación. Otra cosa a considerar es que, si bien esos padres pertenecen a la generación cínica, no son cínicos, sino los que triunfaron. Los pitucos de mi época decían no había nada peor que el roto acaballerado. Pero agregaría que hay algo igualmente inquietante, que es el caballero arrotado, que se puede encontrar detrás de todo el espectro de los medios de comunicación, desde los estelares televisivos a The Clinic.

-Algún ejemplo.

-Muchos titulares tendrían problemas en Estados Unidos con la segunda enmienda de la constitución. En cualquier país civilizado, toda alusión homofóbica o peyorativa es sancionada. Igual que reírse de los defectos físicos: el cojo tanto, el tuerto tanto. Ni qué hablar del tema racial. En Francia son entre seis meses y un año de prisión.

-Pero eso de burlarse del otro es parte de la crueldad humana.

-Sí, pero voy a citar a mi filósofo preferido, Waldo Rojas, que es mi vecino: “Ninguneo y chaqueteo son las dos tetas de Chile”, dice, recordando a un ministro francés que asegura que la agricultura y la ganadería son las dos tetas de Francia.

- Hace 17 años del retorno de la supuesta democracia neo liberal y a pesar de eso Chile no tiene una conciencia verdadera de lo que es una cultura participativa y real con el arte. Cómo que no se ubica en su geografía poética, ni tampoco a tiempo con sus creadores. Ejemplos hay muchos ……………

-¿Qué impresión tienes de esto y del Chile actual?

-Chile nunca fue muy distinto: mucho ninguneo y harto chaqueteo.

-Me refiero, por ejemplo, a que haya una mujer Presidenta.

- Ya era hora, ¿no? En Francia ya tuvimos a Juana de Arco.

-Vuelvo a salpicar. Lo que pasa es que estoy pensando en el futuro. ¿Qué sugerencia les podrías hacer a los creadores jóvenes que tratan de vivir de los concursos públicos y las postulaciones al Fondart?

-Simplemente, que no crean en tonteras, porque Chile se afeita con los ojos cerrados.

-Buena esa. Raúl, reconozco que algunas de tus respuestas me confunden, me perturban, pero en fin. Ya que estás en la onda biográfica y si te lo pidieran, ¿harías un filme sobre Pinochet?

-No, por ningún motivo. Te recuerdo que yo he pasado más de 16 años sin darle la mano a un militar.

-¿Te sorprendió la muerte de Pinochet?

-No, él ya estaba muerto. El caso estaba cerrado. Lo que sí me llamó la atención fue la actitud pudorosa, hipócrita, de los países que provocaron el golpe. En 1969, yo hice la película “Militarismo y tortura”, porque antes del 73 Chile ya vivía una especie de violencia chica. La falta de previsión nos pilló a todos. Recuerdo que un francés me dijo: “Por la módica suma de tres mil y tantos muertos, Chile se ganó la fama de soportar una de las tiranías más brutales del mundo”. No sé, pero yo siento que puede bastar una sola muerte para evidenciar la existencia de una dictadura. yo lleve unas copias en cd para los amigos, pero la distribución para América Latina iría para argentina, tal ves pronto la puedan ver en chile.

-Siguiendo con el tema de las biografías. ¿cómo podríamos ver la película biográfica que rodaste sobre la vida del pintor austríaco Gustan Klim, protagonizada por Jhon Malkovich?.

-Yo lleve unas copias en cd para los amigos, pero la distribución para América Latina iría para argentina, tal ves pronto la puedan ver en chile. Si yo diría que mucho mas que dos correlatos, sino que son las sombras de las imágenes. Eso tiene un nombre; flos, que es algo como las otras lecturas.

-Siempre me ha llamado la atención, por así decirlo, la forma en que incorporas la pintura en tus films ¿hay algún correlato que conlleva las bellas artes mas allá del guión?

- Si yo diría que mucho mas que dos correlatos, sino que son las sombras de las imágenes. Eso tiene un nombre; flos, que es algo como las otras lecturas

-Volvamos a las técnicas del cine. En La Perrera inventamos un rudimentario mecanismo de filmación y le pusimos Efecto Ruiz, que es cuando la cámara se mueve con toda la realidad. Lo copiamos de “El tiempo recobrado”.

-Es divertido, porque tiene que ver con todo. En (Jean) Cocteau (1889-1963) siempre se está moviendo todo el proceso. Hay que distinguir claramente las maneras de pensar en Oriente y Occidente. Según algunos teóricos, los occidentales creen que existe la creación, o sea, que las cosas tienen un comienzo y un fin. Los chinos, en tanto, ven que todo se integra a un proceso. Si tú pintas un cuadro, ese cuadro ya existía antes y se suma a todos los cuadros que existían en el mundo. Por eso, el tema de innovar no les importa. Las innovaciones ocurren por necesidades técnicas y, generalmente, son para ir hacia atrás. Lo que suelen hacer los chinos, en cambio, es estirar la historia y corregirla. Cambian el orden de las batallas, tiran a un emperador para atrás y a otro para adelante. Como si acá sacáramos el Combate Naval de Iquique y lo ambientáramos en Punta Arenas. Los chinos inventan todo. Es una percepción muy conservadora y, al mismo tiempo, regenerativa. El cine tiene que ver más con esa actitud. No deja de ser una casualidad que el único cine que hoy inventa como cine nacional es el cine chino, de Taiwán y Hong Kong.

-Rossellini, Werner Herzog y hasta del mismo Spielberg han creado escuela. ¿Conoces a alguien que tome tus fórmulas?

-Como fórmula no, pero algunas ideas, sí. Sé que en Argentina han tomado cosas, pero no los voy a nombrar porque se pueden enojar. Chilenos, no. Italianos jóvenes y menos jóvenes, sí. Pero como voy cambiando de estilo, es difícil seguirme. Yo sé que en Francia muchos pintores toman pedazos y juegan con mis imágenes. En Chile, no que yo sepa.

-Es difícil en todo caso que alguien se arroje, así como así, a tomar una noción tuya.

-Los mexicanos agarraron un tiempo “Las tres coronas del marinero” y andaban todos con el objetivo doble, cámaras por debajo, por todas partes. Pero sólo fue una película que hice así. La siguiente tenía 60 tomas y no 1.000 ó 1.200 como supuso en principio esa cinta.

-Me recordé de tu concepto de que cada toma puede ser una película. El otro día, cuando iba en micro frente al palacio de gobierno, escuché a una abuelita que le decía a su nieta: “Mira, esa es La Moneda”. Y la nieta le respondió: “¿Y por qué no es redonda?”.

-Qué bonito. Voy a citarte, porque es una muy buena manera de definir lo que yo trato de hacer. Yo me paso preguntando cosas de ese tipo. Ya sabes, me preocupa que el caballero pasee todos los días con su perro.