La Virgen de las Marraquetas
“La democracia es la menopausia de las sociedades occidentales, la Gran Menopausia del cuerpo social. Y el fascismo es su demonio del mediodía”.
Las hordas escolares se sucedían una tras otra delante del frontis del Liceo de Aplicación (LdA). Los perros abrían camino a las marchas y, sólo en cosa de minutos, era posible advertir las distintas identidades de los improvisados líderes y de sus no menos improvisados seguidores. A una turba de aprendices industriales del sector poniente, que bien pudiese haberse confundido con una barra brava, seguía una bulliciosa y ordenada fila de calcetineras, pequeños grupos de colegiales hiphoperos con los pantalones a medio camino y una que otra representación del barrio alto combativo.
El LdA fue por días el centro del alto mando estudiantil y en sus alrededores era posible observar la fuerza liberada: fugaces escenas de amor al lado del puesto de sopaipillas, amistades inolvidables en el bandejón central, desvergonzados besos lésbicos a la salida del Metro República, tarros solidarios que no siempre fueron a dar al interés común y un estado expectante, de entusiasmo, en jóvenes, colectiveros, algunos padres y apoderados, y simples transeúntes. “Yo abjuro mi inercia mediante ciertos actos. Se trata de agotar la vida, el sexo, la energía, la memoria, antes de que sea demasiado tarde”, apunta Jean Baudrillard.
¿Cuándo irrumpe la historia?, se preguntó muchas veces Walter Benjamin, antes de concluir que el Mesías, el salvador, siempre estuvo y estará al otro lado de la puerta. Ahí mismo, detrás de la mampara.
Un sujeto, al parecer enfermo y todo vestido de negro, camina junto a un carretón tirado por hermosas mujeres por Avenida Ricardo Cumming. Vienen desde La Perrera y avanzan en blanco silencio despidiendo el entrañable olor del pan fresco, recién salido de la San Camilo o La Selecta. El carruaje admite dos citas: las pinturas y esculturas con marraquetas de la artista popular Soledad Espinoza (“La madonna de El Bosque”) y la obra de teatro callejero “Transfusión”, realizada por Mauricio Celedón poco antes de que empezara la transición truncada.
Escolares elegidos del LdA en toma extienden una alfombra roja y sobre ella se deslizan, como en cámara lenta, las dos panaderas esclavas (Carolina Caselli y Carolina Bigorra). Se detienen con su carga y se dispersan para repartir, en canastos de mimbre, los panes con mortadela San Jorge y Dorina, mientras en el carromato se levanta robusta, limpia, sonriente y generosa la Virgen de las Marraquetas (Silvana Ghivarello), quien advierte con un pequeño letrero que la Perrera Arte también está en paro, “en paro maternal”, se precisa.
Un estudiante llora perplejo. Testigos afirman que un temblor brotó del subsuelo, como si un enjambre de abejas o una maraña de lombrices hubiesen encontrado su punto de ebullición. “Tengo la impresión que ‘Claro de Luna’ armonizó la digestión atrasada”, apunta el hombre enfermo.
Ya es la una y media de la tarde. Los canales de televisión han instalado sus cámaras para transmitir en directo los detalles de la revuelta liceana y los panes se hacen pocos. Hay hambre en los jóvenes alzados y ni siquiera el plato de fondo -la música de Beethoven, interpretada por Claudio Arrau- puede saciar el apetito.
T. Muñoz
Mayo 2006
1 comentario:
Lindo texto tito, un gusto poder leer impresiones personales fuera de la orbita LUN.
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