martes, enero 04, 2011

TEXTO PARA EL DIARIO EL CIUDADANO SEPTIEMBRE 2010




Simular el orgasmo (primera parte)

Dar vuelta la página o inscribirse en la historia

Hay mucha gente que, cuando recibe una postal de invitación para la inauguración de alguna muestra en una galería o museo, le da la misma importancia que un parte de matrimonio. Se preparan para ello, como si se tratase de algo muy especial. Un canapé, un pisco sour, una foto, otro canapé. Mira quien está ahí. Mírame, mírame, mírame. Va pasar por aquí. Ah, no me saludó.

Más o menos, siempre es así. La competencia de salón, la vanidad desmedida de los personajes y las obras del folclor contemporáneo decorando las paredes. Todos se retuercen por saludar al director o al esquivo curador que dispensa el Derecho de Pernada, el ius primae noctis, que es el privilegio que tenían los señores feudales para yacer con las mujeres de sus siervos antes que esos pobres hombres tuvieran su merecida noche de bodas.

¿Quiénes son? ¿Por qué se juntan? ¿Qué buscan? Tal vez algunos intentan vivir como artistas y quedar inscritos en la historia como titulares (tutelares), otros se conforman con la banca y buena parte se regocija únicamente con el tintito de honor.

Mientras la sobrecarga de realidad nos asalta día a día como un pedazo de carne que se descompone junto al cilantro en la vitrina, los artistas parecen parodiar con su monólogo en los salones coloniales. Sólo falta el brasero, el peso de la noche y la vihuela, ese instrumento que luego seduciría tanto a Diego Portales, el comerciante, el estanquero, el fundador de la República.

Así marchan todavía las cosas en la capitanía general, que es el verdadero rango de este territorio bicentenario forjado en el ideal ilustrado, en la razón aplanadora que precipitó un Estado para la mejor función de los negocios criollos y foráneos.

Al igual que las identidades más espesas de la nación y los agregados humanos que fueron subsumidos en los emblemas -mapuches incluidos-, la escena del arte no escapa al devenir escuálido de este Estado, quizás por la insularidad del mismo y su encierro imaginario, que Raúl Ruiz lo tipifica simplemente como “corrosivo” y “suicida”.

En 200 años de artes visuales, no es mucho lo que hay que contar: las estampas tenebristas que traían los sacerdotes para poner de rodillas a los huérfanos de Dios; los pintores viajeros y los primeros retratos de las familias bien, los lienzos de gran tamaño para cantarle a la naturaleza o a las proezas de los guerreros patriotas; algo de academia francesa y española de segunda mano en el centenario; diversos arrebatos modernistas y hasta revolucionarios en el siglo XX y el Golpe de Estado, verdadera obra de arte donde todos las manifestaciones humanas se ordenaron en torneo a su eje matriz, la violencia. La fuerza unánime, amoral, de los nuevos estanqueros.

Lo que viene es más conocido y, por suerte, casi todos los protagonistas están vivos, vueltas de chaqueta y traiciones mediante, para hacer sus propios descargos. Mientras unos escogen las lucas o la caricia servil, otros intentan por enésima vez reescribir la historia, poniéndose al frente, como si fueran los vencedores. Torpe recursiva ilustrada, porque ya no hay misterios ni lecturas de primera mano en Europa. Se acabó la chuchería encantadora, la copia feliz del edén, pues todo salta a la vista en la plataforma de internet.


La Familia se reúne en la angustia

Es legítimo que la parte más sensible, menos brutal, de la oligarquía se quiera inscribir en la historia como una clase culta. Pero aún así, con todo a su favor, no lo han conseguido. A pesar de sus recursos, de sus leyes, de sus grados, de sus redes, de sus universidades de cartón, el esfuerzo ha sido en vano. Y ese fracaso caprichoso se debe única y exclusivamente a su apuesta retardataria. A Violeta Parra la clasificaron prontamente de cantora, de folclorista campesina, cuando era todo lo contrario: vanguardia absoluta.

Lejos de La Familia y en la otra cara de la moneda están todos los que han gastado tiempo y recursos en un arte más comunicante. Los independientes que con tozudez y contra todo presupuesto crean sus obras, los realizadores autodidactas o instruidos que no besan la plusvalía y enfrentan la decadencia de la academia y sus derivados monopólicos.

Bien o mal hecho, el arte es antes que nada es un ejercicio de liberación. Por lo tanto, es para vivirlo, odiarlo o gozarlo. Luego, si alguien quiere, se puede entrar en sus convicciones y/o convenciones.

No hay órdenes de partido, comisarios, ni entelequias castradoras. La poesía es anterior a la idea y brota en los lugares menos pensados, como en las ilustraciones e historietas que se instalaron en la cultura visual del imaginario colectivo y que van desde la picardía popular de Condorito, Pepe Antártico, Barrabases, Verdejo (el roto chileno) y Mampato, hasta los cómics del Trauko.

Más inabarcable todavía es la escena callejera, que muestra una línea de continuidad que va desde los monumentales trabajos muralistas políticos de la Brigada Ramona Parra hasta la porfiada resistencia de la Chacón y sus papelógrafos, que hoy día deben compartir los intersticios de la ciudad que pulsa la poesía visual cada día más acabadas del graffiti y su contrapunto, el stencil.

Lejos de la validación comercial, burocrática y académica, también están los artistas actuales o contemporáneos que utilizan lo que esté a su alcance como ejercicio de obra y que habitualmente ocupan espacios el Centro Experimental Perrera Arte, Centro Arte Alameda, Galería Palomita Blanca, Espacio G en Valparaíso, Modulo de Experimentación A-K 35 en el Persa Balmaceda, Perro Negro, Caja Negra y el Museo de Arte Moderno de Chiloé, entre muchos lugares fieles a sus principios. Ahí se está generando debate y reflexión, al igual que en las experiencias más nómades, como las galerías callejeras y modulares que transitan por los sitios públicos.

Pero tal vez lo más potente es la emergencia de múltiples colectivos que despliegan su trabajo con o sin territorio, repartiéndose en la acción en los lugares más insospechados. Acción Sudaca, Colectivo Lepidóptero, Huachistáculo Show-Fest de Concepción, Kiltraza de Rodrigo Adaos, Intervención HOAX: practicas culturales para suprimir al sujeto de Papas Fritas, la Bienal Internacional de Performance Deformes y Pintacanes, son emprendimientos que, saltándose la venia curatorial, el Derecho de Pernada que mencionaba al principio, renuevan el capital simbólico de Chile.

Por Antonio Becerro

Artista visual y removedor cultural

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